miércoles, 16 de enero de 2013

caemos como plumas

Lo único que me consuela es darme la vuelta y girarme hacia tu lado de la cama esperando que estés ahí conmigo. Nunca estás. Y me lo tengo que imaginar, cada noche, imagino que mis manos pueden acariciarte y en realidad, nunca te tocan. El colchón cubierto por las sábanas se lleva todo lo que debería ser tuyo y mi mano se desliza por él de arriba abajo intentando encontrarte, intentando que aparezcas para comprobar que no hay monstruos en mi armario. Me duermo. Me despierto. La cruda realidad me escupe la verdad a la cara cuando abro los ojos y me encuentro sola haciendo esfuerzos por acompañarme yo a mí misma. Las mañanas aparecen, cada día, amanece y ya no sé cuantas personas yacen en mi lecho. De tanto imaginarte conmigo empiezo a verte, pero toda ilusión se desvanece cuando no puedo palparte, cuando no siento tus labios sobre mi espalda. Llévame contigo, llévame a la peor tortura que se te ocurra darme, porque no encuentro nada peor que pernoctar a solas con la almohada y saber que te podría tener apoyado en ella. Ahora vete, porque debes irte, lo mejor es que te vayas. No pienso renunciar jamás a la alegría de que vuelvas, a reencontrar, reconocer y reconquistar cada uno de tus vértices, cada lugar en el que tienes cosquillas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario