martes, 12 de febrero de 2013

poesía,

de tu cuerpo sobre mi cama, de tu aliento sobre mi cuello, de tus manos sobre mis costillas.

Siento como todo lo que pierdo se va contigo. porque todo lo mío es tuyo. Te confieso; no me arrepiento. Mátame. Mátame si algún día renuncio a la vida que quise querer.
Y quiéreme. Quiéreme si quiero renunciar a la vida que quise por matarme. Porque me mataré en el acantilado de mis sentimientos, de esos que te gritan y tú nunca oyes. Bendito don de la palabra. Maldito don de silencio. 

jueves, 31 de enero de 2013

inocencia interrumpida

Soy una víctima de la sociedad. Tengo 18 años y peso 54 kilos. Puedo decirlo en alto porque es un peso del que no me avergüenzo, ya que no siempre he sido así. ¿Qué me ha empujado a sufrir cada kilo de más como si fueran 200? Tú, tú, tú y tú, todos los que un día llamaron gorda a una chica débil y acomplejada, a una chica inmadura e insegura. Nadie conoce nunca lo que se encuentra de puertas para adentro, porque las mías siempre han tenido el cerrojo puesto, pero algún día estoy segura de que cobraré cada lágrima que vosotros causasteis. Al borde de un desorden alimenticio y por supuesto siempre al borde del abismo. No soy yo la que quiere que sus medidas encajen en 90-60-90 pero sí soy yo la que se siente incómoda con 87-65-90. Verte en un espejo supone ver lo que no quieres ser, todo eso que quieres cambiar, ¿qué fue de la autoestima? ¿Me sobra grasa o me falta autoestima? Habláis todo el día de que la belleza está en el interior pero, por el contrario, os pasáis el puto día criticando a la gente por sus defectos físicos, ¿qué pensáis, qué yo no soy consciente de que yo también tengo? Si hago todo esto es porque no quiero daros de que hablar, no quiero ser vuestro tema de conversación. Para pasar desapercibida no hay que ser normal, hay que ser perfecta. Yo. Yo estoy dispuesta a escupiros en la cara todo eso que podíais decir de mí y que ahora queréis ignorar. 


miércoles, 16 de enero de 2013

caemos como plumas

Lo único que me consuela es darme la vuelta y girarme hacia tu lado de la cama esperando que estés ahí conmigo. Nunca estás. Y me lo tengo que imaginar, cada noche, imagino que mis manos pueden acariciarte y en realidad, nunca te tocan. El colchón cubierto por las sábanas se lleva todo lo que debería ser tuyo y mi mano se desliza por él de arriba abajo intentando encontrarte, intentando que aparezcas para comprobar que no hay monstruos en mi armario. Me duermo. Me despierto. La cruda realidad me escupe la verdad a la cara cuando abro los ojos y me encuentro sola haciendo esfuerzos por acompañarme yo a mí misma. Las mañanas aparecen, cada día, amanece y ya no sé cuantas personas yacen en mi lecho. De tanto imaginarte conmigo empiezo a verte, pero toda ilusión se desvanece cuando no puedo palparte, cuando no siento tus labios sobre mi espalda. Llévame contigo, llévame a la peor tortura que se te ocurra darme, porque no encuentro nada peor que pernoctar a solas con la almohada y saber que te podría tener apoyado en ella. Ahora vete, porque debes irte, lo mejor es que te vayas. No pienso renunciar jamás a la alegría de que vuelvas, a reencontrar, reconocer y reconquistar cada uno de tus vértices, cada lugar en el que tienes cosquillas.




viernes, 11 de enero de 2013

mi furia paranoica

Para todo aquel que no sabe lo que siente, que no comprende qué pasa y que no se siente culpable, para todos vosotros, pero sobretodo para mí, escribo yo.